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Despedida entre amigos (T'es pas un autre)
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Registrado: 21 Oct 2003
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MensajePublicado: Dom Abr 05, 2015 15:38    Asunto: Despedida entre amigos (T'es pas un autre) Responder citando

Aún no se te podía llamar veinteañero y ya estabas cruzando los Pirineos. Y no sólo lo hacías de norte a sur, de París a Madrid, con todo lo que eso implicaba a principios de los sesenta: recorrías miles de kilómetros en un frágil vehículo, con más de 20 discos camuflados en cada lateral de los asientos, no fuera a ser que en la frontera, geográfica e ideológica, te hicieran pagar por los inicios de tu colección. Cifu, qué grande.



Otra manera de comprimir música




EL PASO DEL TIEMPO

Aquí no existía una Jazz Hot donde el señor Boris Vian escribiría su columna. Es más, mientras la capital francesa acogía exiliados con instrumentos bajo el brazo, tú, Juan Claudio Cifuentes, hacías el camino inverso. Llevabas dentro la inquietud de los músicos que te fascinaban («sube ahí arriba y toca, a ver qué pasa») y con Paco Montes, tu compañero de fatigas nocturnas en el Whisky Jazz, improvisas un programa de título como respuesta al artículo «Jazz, por qué no». España va pasando de onda media a frecuencia modulada y en Radio Madrid desembarcáis Paco y Cifu, Hernández y Fernández, para un público ávido de otra manera de entender la música. Era 1971 y no tenías voz de locutor, aquello en principio era «antirradio»: podías incluso programar discos como Thick As a Brick (!), censurados en la época, un esquema muy distinto al del auténtico disc jockey, como Alfonso Eduardo, que reponía discos publicados en Nueva York, la gente los pedía en las tiendas y no le quedaba más remedio a la compañía que editarlo.
El saber también inglés te facilitó, para bien y para llevar a Karina a Irlanda, manejarte por ejemplo en Hispavox o Movieplay. Tu labor se extendió a editar colecciones como la celebrada de MPS, Jazz-Stop, impregnada del carácter inclusivo de su responsable.


Ya en los en setenta dabas las gracias al oyente, al receptor, por estar ahí


Paco Montes inaugura el jazz en Radio 3 con Jam 3. Acabaría jubilándose en la emisora con Esto es jazz. Por tu parte, después de periplos en solitario por emisoras privadas y un espacio en TVE del que todo el mundo habla y unos pocos seguían, llegas a Cadena 100, donde te precede la Emisión Pirata, programa con gran audiencia viviendo de la gloria de los últimos coletazos del rock en el mainstream. Tu propia hija menor merodearía por el estudio más interesada en los riffs de Berri Txarrak que en Kenny Burrell. Y tú sólo dirías alguna vez en antena al comenzar: «siempre me olvido de que el Pirata deja el volumen de los cascos muy alto».

Algunos llevábamos el uniforme del colegio cuando empezamos a escucharte, Cifu. Después de hacer los deberes, descansábamos un poco antes de cenar, y ese señor que nos daba la bienvenida como amigos ponía temas con los que nos quitaba el uniforme de la mente. Con todo lo que contabas, con todo lo que nos quedaba por aprender, no exigías otro pasaporte de entrada al oyente más que le gustara (tu saludo homenaje a Frank Ténot). Con todo lo que tu espacio otorgaba –tiempo, anécdotas, explicaciones, evasiones...– y aún por encima nos tuteabas.
Tras la pausa de la cena, pillábamos los minutos restantes de Jazz porque sí y cambiábamos a la última parte de Esto es Jazz, un programa con el que al cerrar los ojos creíamos que nuestra radio estaba hecha de formica. Así fue hasta que apareció Paco Pérez Bryan con champán en el estudio de la Casa de la Radio para despedirse en directo de su tocayo Montes, quien colgaba los auriculares. Cifu, tenías claro que morirías con las botas puestas y volviste así al ente estatal, ese mismo que grabó un partido de fútbol por encima del concierto de Duke Ellington en el Palau de la Música, siendo tú muy consciente de que te llamaban por aquello de que sería una vergüenza para RNE pasar a ser la única emisora pública europea sin programas de jazz. Pero los vaivenes no acabaron ahí: con el tiempo se desdoblaría tu programa (abrías la sucursal A todo jazz para la emisora pequeña, con la consecuente esquizofrenia radiofónica) y tu sueldo también se reduciría un 10%. Hasta Diego A. Manrique y Lara López, en principio ecuánimes, desde la dirección te aconsejaban cómo encaminar el programa en una emisora joven. Ay.

Claro que hay vacíos en la programación que no llenarías, y eso lo explicaba muy claramente Carlos Pérez Cruz en Cuadernos de Jazz, una revista antaño criticada a su vez por ti ya que no se centraba en los músicos españoles merecedores de mayor atención que otros foráneos cubiertos en profundidad por la publicación. Y de vaciar del todo esos huecos salpimentados en Radio 3 se ocuparía la actual dirección. Eso no significa que no estuvieras al tanto de lo nuevo que salía. Ya en los 80 hacías ejercicios mnemotécnicos para quedarte con las propuestas que merecían la pena aunque vinieran de lugares insospechados. Te parecían gratificantes los nuevos Seminarios Permanentes locales, con intérpretes creativos y de nivel, pero sin establecimientos donde tocar. Eso sí, si salías de una sala en que presuntamente se programaba jazz antes de comenzar el concierto, los que acudimos reconoceríamos que llevabas razón en haberte marchado; aquello no era sino pirotecnia a la que le habían concedido subvención.

Cifu, con tu veteranía y tu reconocida relevancia en tu campo, carecías de alardes. Sin embargo, cuánta gente podría admitir que profesa la misma estima hacia los nombres de sus discos y los de su agenda. Con ello, no pudiste evitar encontronazos: íntegro como eras, recogiste tus maletas y te marchaste durante cierto festival por no dar cancha a la estulta afrenta de su director.

Eran más los amigos. Los conocidos, como Tete (¿alguna vez hablaste de él con Manrique?), los compañeros de profesión (Gonzalo García-Pelayo y su esquizofrenia estudiada para evitar hacer el servicio militar, o Julito Ruiz, de quien hacías la más desternillante imitación), los esporádicos (la melodía de nuestro móvil era la introducción de A todo jazz y salía tu voz diciendo «muy bien, aquí estamos» cuando tardábamos en descolgarlo; tú tenías, cómo no, «Milestones»; Javier de Cambra, la musiquilla de Nokia).

Cuando fuimos a Alemania, nos dijimos: no escucharemos a Cifu, pero al menos podremos conocer a J. E. Berendt. Y desgraciadamente éste se nos marchó justo antes de tener la ocasión. Era un erudito, un referente, pero dudamos que los seguidores le preguntasen como a ti por tu carraspera («la llevaba conmigo ya en 1971, no os preocupéis»). No pocos han comentado tus parrafadas y sin embargo eras muy estricto a la hora de comunicar: qué explicar, cómo situar al oyente –que se sentía no sólo guiado, sino acompañado– y a la vez respetar la música. Respeto que exigías en el estudio o en el Village Vanguard («si acuden a un concierto y se ponen a hablar mientras los músicos tocan, para qué van»). Eso era lo mínimo exigible, caería de cajón. No había que poner un listón: cuesta recordar un programa en el que hablases de «cultura».

Llegó el primer cáncer y años después la operación («el trabajo de fontanería») para evitar el segundo. El swing seguía en las ondas, tu compromiso (como desembolsar una cantidad para salvar el Johnny), también.

HASTA QUE TENGAS QUE IRTE

Cuando de nuevo necesitábamos tu compañía, tu bálsamo, Hydra como amiga nos hace saber que te has ido. En vez de nuevos programas, escuchamos homenajes. Se repiten en distintas bocas las coletillas de quien ya no está. En Tres en la carretera suena una de tus sintonías y no acaba de salir, echamos en falta, tu voz sobre ella. Hay compañeros con personalidad que ceden su programa, como El Sótano o Mundo Babel, a tu recuerdo. Hay una emisora entera que, temiéndose tu marcha, al momento de conocerla cedió toda la programación. Hay quien se preocupa por hacer una emisora joven (tras 35 años, qué coño será eso), hay quien se preocupa por hacer las cosas bien.
Si alguien desaparece, el nivel de emotividad se mide en adverbios tajantes (siempre, nunca, jamás) y en florituras. Si se trata de un tótem, la palabra «maestro» se despliega por doquier. Éste fue el comodín escogido por no pocos locutores de Radio 3. La desfachatez de su director fue, primero, incluir su postdata en la última emisión de A todo jazz: «seguimos su magisterio y su forma de hacer radio». Para llamar a alguien maestro, se debería haber ido a clase. Y, de paso, haber aprendido algo. En segundo lugar, evitar que una página en tu memoria enlazase aquel programa donde declarabas cómo te sentías en Radio 3 (y a quién considerabas, sorprendentemente, el rey, y...). Y a pesar de aquella entrevista, Javier Gallego ahora no se acordaba de que habías sobrepasado los 40 años en la radio.

No te hemos llamado maestro, sólo Cifu, porque eso sí nos lo podíamos permitir. También cogimos de ti la costumbre de hablar en primera persona del plural, «de modestia» que le llaman, por lo feo de hablar del yo (desconocemos si Carlos en El Club de Jazz lo vio así). E, incluso, tomamos nuestro apodo directamente inspirado en el tuyo, con minúscula por deferencia a ti.

Nos queda lo vivido, nos queda seguir teniéndote al otro lado. Todavía te necesitamos. Escuchamos lo que has dejado grabado, hasta que tengas que marcharte.


EL TINTERO

Es curioso cómo los ateos postergamos proyectos, como si tuviéramos meses extra una vez acabadas nuestras vidas para poder llevarlos todos a cabo. Una de tus aportaciones más universales y menos reivindicadas es el humor, para reírse de uno («qué majos estos oyentes que me proponen para el Ondas»... «vaya, sonó la flauta»). No nos queda otra que reírnos al saber que te reemplazan, que no sustituyen, con un esbirro con ínfulas de academicista que va a cobrar, y mucho, en ego por volver a tener una edición de fin de semana de su programa. Por eso, por tu humor, una de esas secciones de radiotres.org (cuyo tintero o trastero es ingente) iba a comenzar contigo, pero aún no había pasado de ser un proyecto. Perdona la tontería. Y la parrafada.

[ Editado el 06/05/2015 ante la humorosa suspicacia de La Corporación]

Intentaremos seguir, con swing, aunque sea a golpes como Sonny Liston. Gracias, Cifu.
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forever blue
Invitado





MensajePublicado: Lun Abr 06, 2015 18:22    Asunto: Responder citando

¿Una cosa me gustaría saber por cuestiones de edad? ¿Paco Montes tiene la misma edad ahora que CIFU?

Su caso fue diferente al de CIFU como se dice en el artículo de FONTE, Cifu moriría con las botas puestas como así fue hasta última hora y eso es algo que yo creo el sin duda tenía claro
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